Capítulo 6: Rescatista Atrapado
Malvolia, Sartus, Ulrika e Iknotl estaban en un edificio abandonado, filmando con visión nocturna las instalaciones para memorizar la conformación espacial de lo que se convertiría en un campo de batalla. Habían medido cada centímetro cuadrado y tenían que decidir cuál habitación y qué pasillos proteger con torretas automáticas y dónde almacenar las municiones y los equipos de sutura.
“Van a complicarse las cosas” – dijo Iknotl mientras apagaba la cámara; ya habían filmado todos los puntos estratégicos que les habían sido asignados. El callejón era estrecho y sus manos habían tocado brevemente las de Ulrika varias veces durante el recorrido y no pudo evitar apreciar la sensación. Nunca había estado a solas con ella a tan corta distancia. Su aura no era nada desagradable.
“Todo va a estar bien” – le dijo Ulrika, acercándose y dándole un cálido abrazo que Iknotl correspondió inmediatamente. Lo había notado triste desde la última justa y la presencia de Latrommi y Mads la había separado de su natural e instintiva reacción. Era irritable no haberlo podido hacer en cuanto notó que estaba sufriendo. También quería enterarse de todos sus secretos. Era increíble la velocidad a la que estaba empezando a hacerse importante para ella.
“¿Crees que sospechen que iremos armados?” – Iknotl le susurró sin terminar el abrazo, incapaz de decidir si era mejor mirar sus ojos o sus mamas. Si el plan fallaba, no sobrevivirían. Siempre había entendido exactamente a qué estaba adicto Mads, sabía de qué se trataba aunque no podría explicar; él también la anhelaba y parecía suya en esos momentos.
“No sé” – dijo Ulrika, apartándose de él precautoriamente.
Iknotl resintió el final del contacto, Latrommi no era así pero, de ser posible, no perdería a ninguna. Sartus les envió un nuevo punto de reunión y se fueron en silencio. Por momentos era evidente que el anhelo de proximidad era mutuo, pero tal vez estaba malinterpretando la situación. Además, para muchas féminas era natural seducir e Iknotl no creía apropiado preguntarle qué lugar ocupaba en su lista de prioridades, en caso de que ocupara alguno.
“Midamos el tiempo que nos tomaría llegar al lobby yendo cargados y a toda velocidad” – dijo Sartus, indicando que comenzara un nuevo clip de video. Nadie esperaba la presencia que emergió cuando activaron el sistema de captura de video.
“¡Foxtrot! Ha pasado bastante tiempo. Tenemos 40 minutos; es muy importante que la grabación no se interrumpa, ¿de acuerdo? Antes de irme, debo iniciarlos como nuevos iluminados” – El espectro que se dirigía a ellos no los había visto en casi una década, nunca había sabido si los testigos leían su mente o lo veían como un fantasma, pero la realidad de la interacción no estaba en tela de juicio. Era altamente improbable que pudiera reunir los elementos necesarios sin asistencia. Después de todo, ¿para qué había conseguido poderes si no se suponía que los usara para ayudarse a conseguir poderes?
“¿¡Mads!? ¿Qué estás haciendo?” – atónita, Malvolia fue la primera en reconocerlo.
“¡Salvándonos! En estos momentos, Alpha y Echo están camino al puente. Nunca supe cómo se consiguió el armisticio, hasta hace unos meses. He estado meditando lo que necesito decirles, así que espero que memoricen todo; he simplificado las indicaciones. Tienen que llegar al puente” – Mads recalcó; sabía que iban a ganar, dedujo que les había ayudado desde el principio. Se pusieron en marcha inmediatamente.
“¿Qué instrumentos de destrucción llevamos?” – preguntó Sartus con cautela, este Mads ya había visto esta y muchas otras batallas.
“No serán necesarios” – dijo Mads sin decirles porqué. No sabían cómo era posible que el fenómeno presente estuviera ocurriendo y eran los únicos testigos; un torrente de energía estaba invadiendo sus mentes y estaban sorprendidos.
“¿Dónde están Latrommi y mi antiguo yo?” – Mads no quería que se adelantaran ni que se atrasaran. Tenía que asegurarse de esculpir cada cicatriz exactamente como la recordaba; de lo contrario, nunca tendría poderes. Era fácil provocarse su propio dolor cuando ya lo había superado. Sentía gratitud al estar con las amistades de la prehistoria; le hubiera gustado platicar muchas horas, pero tenía que protegerlos a todos y el tiempo se estaba agotando.
“Ya casi llegan a la presa” – dijo Ulrika después de triangular la posición que ocupaban en el mapa. Seguían atravesando el bosque, haciendo caso omiso de la lenta y dolorosa acumulación de ácido láctico en sus fibras musculares.
“Bien. Tienen una misión muy importante y tal vez suene irracional, pero tengo que perder todo. Pisoteen mi autoestima. Ridiculícenme tan frecuentemente como sea posible. No tengo tantos videos de estos tiempos, intentaré conseguir más. Sólo puedo darles lineamientos generales, utilicen su creatividad. Traicionen mi confianza; la tenían al principio. Eventualmente formarán una organización paralimitar llamada La Sociedad Discreta, pero les daré más detalles después. Si esos desastres se materializan, llegaré a la única conclusión lógica e inadvertidamente obtendré los poderes necesarios para conseguir que la vida continúe para siempre en todas las galaxias” – Mads tenía que acordarse de todos los detalles que lo encausaron hacia la teoría. Nunca hacía notas, la improvisación era esencial.
Todos tenían un papel importante en la síntesis de la creencia que le había permitido al espíritu de Mads viajar por el tiempo y el cosmos. Iknotl creía haber hecho un descubrimiento informático, pero nunca se hubiera imaginado la magnitud de la conspiración y la simpleza de la solución.
Mientras tanto, el adolescente Mads estaba lleno de rabia porque Ulrika no estaba con él. Pasarían muchos años para que voluntariamente abandonara su propio poder para odiar. El Mads del presente era el único que podía destruir o reparar, si no descifraba el enigma puntualmente, las estrellas colapsarían y todos los bebés de todas las edades desaparecerían. Tendrían que ocurrírsele miles de ideas paranoides antes de que la más bella aconteciera en su vil mente.
Latrommi detectó a un espía y lo incapacitó de una sola patada. Mientras escuchaba el súbito movimiento, Mads tuvo la sensación de que le pasarían muchas cosas poco gratas y no iba a poder evitarlas… perdición inapelable.
“He aquí mi ponzoña puñil” – dijo el joven Mads antes de sonreírle breve e inseguramente a su atractiva amiga. Creía tener a Ulrika y Latrommi decía estar feliz con Iknotl, no era ningún traidor. Era feliz fragmentando bóvedas craneales y produciendo fracturas faciales. Martillear con el adecuado balance entre velocidad y fuerza siempre le daría buenos resultados. El joven ingenuo pensaba que su brutalidad era lo único admirable en él; si se trataba de seguir machacando la cálcica coraza encefálica de un oponente inconsciente, no se despolarizaba ninguna de las neuronas de sus circuitos inhibitorios.
“Monstruo” – Latrommi emergió del mutismo selectivo, sorprendiendo a Mads y a sus susceptibles oídos. Seres como Mads solían fortalecer su misantropía. Homínidos; buenos para la salvajada. Latrommi utilizó la información de Iknotl para concederse la habilidad de abrir todas las puertas del instituto. Desapareció en el almacén mientras Mads cuidaba la entrada.
Mads no entendía, se sentía condenado a fracasar por toda la eternidad. Las escasas victorias le sabían a derrota. Cuando no era visto como un organismo pernicioso indigno de ser clasificado como un 46XY funcional, los rostros de sus semejantes le informaban que inspiraba sardónica conmiseración. Las manadas de humanos siempre terminaban orillándolo al hermitañazgo o nomadismo. No sabía que su propio odio había sido el origen de su tortura.
“¡A HUEVO HIJO DE SU PUTA MADRE!” – exclamó Mads cuando Latrommi le dio la ametralladora que él mismo-aunque no era exactamente el mismo-le había pedido unos días antes. Sonriendo, escaneó los alrededores buscando a quién dispararle. Latrommi cruzó sus brazos y se pulverizaron las esperanzas que Mads tenía por pasar una velada sin dramatismo. Reconocía que esta llameante ejemplar y su silente desapruebo eran hilarantemente insoportables.
Siempre se había teorizado que arrebatar las instalaciones a los guardias no era nada imposible, pero los últimos que se habían atrevido ya estaban muertos. El Mads del presente creía tener sed de guerra liberadora. No veía fallas en utilizar el mismo método ineficaz para resolver un problema que no tenía que existir. Creía que necesitaban conseguir unidades anti-aéreas y todos los robots que pudieran programar. La primera edificación que asaltarían sería la versión local de La Bastille.
Su odio era el detonante necesario para demoler los núcleos estelares. Todavía ignoraba por qué el interruptor estaba en su cerebro, en un reducido grupo de neuronas conocido como putamen. Muy pocas personas sabían que el sol estaba a punto de estallar; las profecías estaban cumpliéndose con horripilante precisión. Todo estaba en manos de un recluta indisciplinado, débil y claramente maligno.
Foxtrot interceptó a Alpha y Echo en el puente. Antes de que comenzaran a dañarse, el espíritu habló con los adolescentes.
“Mi única misión es convertirlos en seres incapaces de odiar. La ausencia de odio siempre fue la llave. Sin odio, eres confiable para cargar con el universo entero. ¿Es peor odiar o ser odiado? Los sistemas biológicos pueden detectar al odio del pensante. Las bacterias y demás microorganismos tienen luz verde para erradicar a las especies que odien. No me he enfermado desde que hice un esfuerzo consciente por evitar al aborrecimiento en general a toda costa. Ninguna razón es suficiente para odiar. Siempre fue una prueba. No hubiera podido pasar por el portal si los guardianes hubieran detectado la más infinitesimal cantidad de odio. Se precisa de más bebés por doquier” – dijo Mads ante los estudiantes. No era la primera ni la última vez que usaba sus poderes transdimensionales para evitar beligerancias y fomentar la reproducción.
“Ya fui al futuro y si no hay suficientes humanos equipados con la tecnología necesaria para combatir a las fuerzas invasoras, la especie va a desaparecer” – Mads recordó las escenas y se las transmitió mentalmente para horrorizarlos y conseguir más bebés todo el tiempo. No tenía armas ni iglesia, sólo una poderosa idea.
El Mads del presente llegó a la cima de una colina, viendo la reunión como una oportunidad para incapacitar a sus rivales.
“¿¡Los estás filmando en lugar de destazarlos!?” – Mads le reclamó a la camarógrafa. Siguió corriendo, buscando estar a la distancia idónea para explotar al máximo el poder destructivo de su ignívoma y tierna ametralladora.
“No se preocupen” – les dijo el desinteresado espíritu a los iluminados.
Mads del presente no se dio cuenta que un gato lo había seguido. Dio un aullido que asustó al gato y se llevó las manos a los ojos.
“La CONJUNTIVITIS ALÉRGICA…” -gritó Mads olvidando que Latrommi lo escuchaba aunque no gritara- “…inducida por gatos desaparecerá cuando deje de odiar” – Mads finalizó casualmente mientras se veía revolcándose en la maleza.
“Consigan sodomitas heterófobos y expónganme a ellos. Cuando sean intolerantes hacia mí, tendré que odiarlos antes de no odiarlos. ¿Si me explico? Por cierto, explíquenles que tuve que prohibir la homosexualidad cuando fui a llevarles el método científico a los tempranos porque sin estigma y con promiscuidad, la gran epidemia hubiera llegado antes que la ciencia necesaria para tratarla. Lo lamento, pero no encontré otra forma de conseguir que sobreviviéramos” – Mads tenía que repetir todo lo que había afectado a su psique de manera positiva o negativa, y como nunca le habían dicho que ya sabían todo lo que le tenía que pasar, el único que tenía que creer en sus mentiras era él. Había sido testigo de grandes cambios en muchas personas; los destinos de sus semejantes podrían mejorar significativamente y los guardianes transdimensionales seguían alentándolo.
“Cuando el video termine, enciérrenme en el laboratorio que está junto a la cascada; pasaré 8 semanas ahí. Hagan lo que quieran cuando yo no esté viendo. No se odien, pero háganme creer que se odian para que algún día se me ocurra prohibírmelo. Un único mandamiento: no odio. ¿Creen que sea la clave de la inmortalidad? No he odiado pero tampoco he vivido más allá de la expectativa de vida promedio. Tal vez sólo soy otro psicópata con poderes-en el futuro abundan-pero no he observado por suficiente tiempo un número significativo de pacientes” – Mads tenía la noción de que se le estaba olvidando algo. Mucho del dolor en los semblantes de los presentes era real y sospechaba que no siempre habían seguido sus indicaciones al pie de la letra.
Latrommi utilizó las sustancias necesarias para revertir la respuesta inflamatoria y narcotizó electrónica e intravenosamente a Mads. Su armadura se encargaría de monitorizarlo. Fue colina abajo para estar más cerca del grupo de aliados, que seguían escuchando al espíritu. Mads del futuro notó que Latrommi se había reincorporado y se llevó las palmas de las manos a los ojos y se quedó con la boca abierta. Les dio un minuto para readaptarse a las nuevas condiciones y no vio cambios.
“Entonces actúen como si Iknotl y Latrommi tuvieran una relación saludablemente estable. Miéntanle al espécimen con odio, pero no entre ustedes” – dijo Mads con cautela. Todos los cambios que sugería tenían que ser aprobados por los cuantiosos guardianes transdimensionales.
“La relación es saludablemente estable” – dijo Latrommi, anticipando malas noticias.
“¿Cuál de las féminas está más cerca de Iknotl? Resuelvan esta situación con honestidad tan pronto como sea posible. Créanme… sé lo que les estoy diciendo” – Advirtió Mads gravemente serio. Con cada aventura, se hacía evidente que se esperaba que hiciera reducción de daños y estaba convirtiéndose en un jodido experto.
Latrommi supo que algo no estaba bien cuando vio que era Ulrika en torno a quien Iknotl orbitaba en ese momento. Había pasado algo de tiempo, habían hecho contacto visual en un par de ocasiones y no le importó estar tan lejos. ¿Se sentía mejor allá? En ese momento, escucharon un ominoso sonido que no pudieron identificar acompañado de un terremoto de baja intensidad.
“¡Finaliza la transmisión!” – Mads le dijo a Malvolia, la cual presionó un botón y Mads, el gran sonido y el terremoto desaparecieron.
Hicieron una copia para Alpha y otra para Echo; no sabían cómo el futuro Mads obtendría una de las réplicas, pero era un hecho que una de ellas terminaría en sus manos y su misión no iba a fallar.
Alpha y Echo regresaron a sus respectivos cuarteles después de agendar más reuniones, suponiendo que tendrían que seguir haciendo videos con esperanzas de que se repitiera el evento, pues recordaban que había mencionado que tenía “varios” videos y que definitivamente “no eran muchos”, a menos que encontrara más en su futuro, y si era inmortal gracias a la teoría, era altamente probable que regresara desde algún otro punto en la historia.
Cuando la zona se despejó, la tensión incrementó en Foxtrot. Sartus y Malvolia querían decir tantas cosas, pero no podían entrometerse en una situación a la cual eran completamente ajenos. Levantaron el hipnotizado cuerpo de Mads y, como si se leyeran la mente, supieron qué hacer a continuación.
“Nosotros lo llevamos, creo que ustedes tienen que hablar” – dijo Sartus, dirigiéndose principalmente a Iknotl.
“No hay nada de qué hablar, además soy la única con acceso” – dijo Latrommi mientras los alcanzaba, señalando la computadora incluida en el brazo izquierdo de su armadura.
Iknotl metió sus manos en sus bolsillos y no se movió. Se quedó mirando el suelo y su silencio indignó a ambas. Ulrika dio media vuelta y se dirigió a la guarida, la cual quedaba en la dirección opuesta a la cascada. Una frase que Mads les había dicho recientemente pareció reverberar en el subconsciente colectivo de Foxtrot: “Mientras más te acercas al norte, más te alejas del sur”.
“Espera” – dijo Iknotl. Latrommi y Ulrika se detuvieron sin voltear a verlo.
“Vas a tener que ser más específico” – dijo Malvolia por radio. Mads había despertado cuando Sartus dijo que Iknotl necesitaba hablar con Ulrika y Latrommi.